
Amminah es el nombre de la abuela de uno de los co-fundadores del Instituto.
«Mi Abuela fue un gran ser humano, a quien le debo lo que no podría pagar, ni con el oro del mundo ni de nada mundano. Pasó de vivir una vida tranquila con mi abuelo en el norte de Palestina, a ser viuda en un campo de refugiado en Jordania con 4 hijos. Tras su deceso no dejó nada, pero en realidad, sí nos heredó todo; Educación, virtudes y sabiduría.
En sus propias palabras: «Nuestra familia llegó alto no por su dinero, sino por su educación; no por lo que tenían, sino por lo que eran; no por ellos mismos, sino principalmente por la gente que creía en ellos». Cultivó en todos sus hijos el pensamiento y las fortalezas necesarias para llegar a vivir sus mejores y más auténticas versiones, y efectivamente, todos han logrado serlo.
Tuve la gran oportunidad de vivir, educarme y crecer con ella. Le aprendí hasta lo que no dicen los libros ni la investigación, aprendí premisas para vivir ligero sin limitación, vigentes hasta el día de hoy y mañana y en cada situación.
A mis 11 años, poco antes de su muerte, ella sabía que el día se estaba acercando, me dijo: «Vente hijo y trae contigo una pluma y un cuaderno al que vas a conservar y pasar a tus hijos y nietos después de ti», no me hizo escribir consejos ni respuestas, sino reflexiones y una serie de preguntas. A través de las cuales sigo filtrando el mundo, cuestionándome, encontrando respuestas y abriendo más preguntas para seguir creciendo y dejar un mundo mejor para quienes siguen después de nosotros.
Cada mañana que leo el nombre del Instituto, no solamente me motiva y recuerda de mi propósito y el para que estoy en este mundo, sino también me recuerda de la persona que más me motivó y me alineó con este propósito: mi abuela Amminah.
Descansa en paz abuela, nos vemos pronto.
Tu nieto Hanoodeh.»